Puesto La invernada



El Puesto “La Invernada” está ubicada en la Ruta 74 a solo 5.5 km. de Pinamar, en el Partido de General Juan Madariaga.

En 1825, el Ing. Felipe Senillosa practica mensura en estos campos, propiedad de don Joaquín Suárez. Luego de su muerte, heredan por partes iguales sus hijos, Don Martín Diego la fracción denominada “Laguna de Juancho” y su hermano Jorge Pascual, la conocida como “Manantiales” o “Costa de Manantiales”.

En 1851 Martín de Álzaga compra el campo llamado Laguna de Juancho y posteriormente Manantiales, uniendo así la antigua propiedad de Suárez. Álzaga hace construir el casco principal de la estancia (hoy Juancho Viejo) y los puestos La Invernada y Martín García, todos en el mismo estilo, incluso similares a la casa principal de su estancia La Postrera, en Castelli.

Don Martín de Álzaga, en 1862, se casa con una beldad de la época, doña Felicitas Guerrero, la “joya de los salones porteños” como la llamaba el poeta Carlos Guido y Spano. El hacendado fallece en 1870, heredando el campo Laguna de Juancho su viuda, quien dos años más tarde es asesinada en el marco de un crimen pasional que conmovió a la sociedad de su tiempo. Sin descendencia, heredan la propiedad su padre, don Carlos Guerrero y su señora.

Este predio fue donado por la Sra. Valeria Guerrero de Cárdenas de Russo a la Municipalidad destinado a la realización de actividades turísticas, culturales, deportivas, de destrezas nativa con emplazamiento de un Museo de Sitio en la construcción existente conservando la flora y fauna del lugar.

Un poco de historia...FELICITAS GUERRERO

En 1862, cuando tenía sólo 15 años y empezaba a brillar en los salones de la sociedad de su tiempo, fue obligada por su padre, que quería asegurarle el futuro, a casarse con un amigo de él, Martín Gregorio de Álzaga, quien tenía entonces 60 años y era inmensamente rico. A su casamiento, que fue un acontecimiento social importante en su época, asistió lo mejor de Buenos Aires, entre ellos alguien que estaba enamorado de ella en secreto, Enrique Ocampo, hijo de una tradicional familia porteña.

La pareja, que no era muy feliz, tuvo un hijo al que llamó Félix Francisco Solano quién murió en 1869, cuando tenía sólo 6 años. Felicitas estaba por entonces nuevamente embarazada pero su segundo hijo murió a los pocos días de nacer. Martín, que ya tenía problemas de salud, quedó muy afectado por la muerte de sus hijos, y falleció unos meses después, en 1870.

Felicitas, que tenía en ese momento 24 años, heredera de 71.000 hectáreas, con una fortuna de más de setenta millones de pesos, inmensa en aquella época, se convirtió así en la mujer más rica de la República. Y también, joven y hermosa, en la mujer más requerida de Buenos Aires. Entre sus numerosos pretendientes se encontraba Enrique Ocampo, que encontraba ahora una nueva oportunidad para unirse a su amada. Ella, amable y gentil, con la excusa de guardar luto, trataba bien a todos, sin dar esperanzas a ninguno.

Felicitas no era, a pesar de lo que pueda parecer, sólo una joven consentida. A los 24 años había pasado por momentos amargos. Un matrimonio a disgusto, la pérdida de dos hijos y enterarse de que su marido había tenido una pareja en Brasil que le había dado cuatro hijos. Pero era una mujer de gran carácter y a la muerte de su esposo tomó parte activa en la administración de sus propiedades, recorriendo las diferentes estancias, haciendo mejoras e introduciendo innovaciones.

En uno de sus viajes a su estancia "La Postrera", en una tormenta, perdieron el rumbo. Felicitas lo advirtió e hizo detener el carruaje cerca de unos árboles. Entonces se acercó un jinete, quien, cuando ella le preguntó dónde estaban, contestó "en mi estancia, que es la suya". Los viajeros se refugiaron en la estancia de Samuel Sáenz Valiente, vecina de las de ella en lo que ahora es General Madariaga. Así conoció al hombre del que se enamoró, un hombre de campo, si bien educado y refinado, muy distinto a sus pretendientes porteños. Poco tiempo después, Felicitas aceptó la propuesta de casamiento de Samuel.

El 29 de Enero de 1872 Felicitas fue de compras al centro de Buenos Aires. En su ausencia llegó a su palacio en la actual calle Montes de Oca, en Barracas, Enrique Ocampo, preguntando por ella. Mientras le explicaban que no estaba y que podía volver más tarde, llegaron dos carruajes. En uno iba Samuel Saénz Valiente, y en el otro, Felicitas. Ocampo pidió verla a solas. Felicitas, sospechando que venía a quejarse por su compromiso con Samuel, no hubiera aceptado, pero tenía temor de la escena que se podía producir si Ocampo se encontraba con Sáenz Valiente y consintió. Efectivamente, Ocampo le reprochó su futuro casamiento con Samuel y ella lo rechazó fríamente. La gente reunida en la casa escuchó una fuerte discusión, seguida de balazos.

Felicitas, malherida, estaba aún viva. Los médicos fueron llamados inmediatamente, pero nada pudieron hacer. La bala había entrado por el omóplato derecho y había interesado un pulmón y la columna vertebral. Falleció al día siguiente, entre grandes dolores.

Sus padres, en su memoria, hicieron construir la Iglesia de Santa Felicitas que aún se puede visitar en Barracas.